
A veces confundimos dos términos que nada tienen que ver: Inocencia e ignorancia. Yo misma los he llegado a equiparar sin saber apreciar la gran diferencia que existe entre ellos, y que los convierte en incompatibles:
Inocencia: (Del lat. Innocentĭa)
1.- Estado del alma limpia de culpa
2.- Exención de culpa en un delito o en una mala acción
3.- Candor, sencillez.
El candor conlleva sinceridad. Y la sinceridad se ofrece cuando no hay miedo ni recelo.
Actuar por inocencia es actuar con confianza.
Ignorancia: (Del lat. ignorantĭa)
1.- Falta de ciencia, de letras y noticias, general o particular.
Y es que la ignorancia invita a la malicia, porque es desconocimiento, y a lo desconocido siempre se le teme, y lo temido es mirado siempre con recelo.
Y el recelo es desconfianza.
Actuar por ignorancia es actuar con desconfianza.
Muchas veces tratamos a los inocentes con desdén, creyéndoles débiles porque se entregan sinceramente, y no somos capaces de comprender que la mayor fortaleza está en quien se entrega así, en su totalidad, pues eso significa que se autoestiman lo suficiente como para no recibir los juicios ajenos como pilares de su existencia, y como para no realizar ellos mismos juicios a los demás.
Vemos los ojos de un niño cuando preguntan. Abiertos sin miedo. Inocentes. Sinceros. Sabios. Sin nada que ocultar. Porque todavía se aceptan, y cuentan con que los demás también lo hagan con la misma naturalidad. Porque todavía el mundo no les ha mostrado el significado de la vergüenza, porque todavía se aman a sí mismos.